Qué hermoso es forjar el sueño con un latido, redoble del corazón que es al mismo tiempo pulsación en el parche de un tambor de los sentidos. Y viajar al mundo que soñamos y descubrir que todo lo que nos parecía imposible fue guardado para nosotros al otro lado de la cara oculta del misterio. Allá donde los pasos no nos llevan, pues sin materia alguna con la que caminar recorremos el insondable espacio y el tiempo con el cuerpo de luz que nada sabe de distancias, ni de fronteras, y menos de grilletes y alambradas.

Viajero soy, del tiempo del no tiempo, del Eterno Presente en el que no hay paradojas, sino certezas, un silencio interior en el que habitan todos los sonidos, un vacío interminable en el que rebosa la totalidad de lnfinito.