Pensaban algunos apocalípticos de la ciencia ficción que nos invadirían naves extraterrestres, con monstruos horribles al estilo de “La guerra de los mundos”, y resulta que la plaga infame que se extiende por todas partes es la que nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino. Se empeña esta horda infame en hacernos creer que es legítimo el derecho a la defensa cuando lo que se hace es permitir que el terreno propio sea masacrado, sabiendo de antemano que iba a suceder gracias a los todopoderosos servicios de inteligencia, con el fin de provocar un genocidio con la aprobación, la complicidad o el silencio de una ristra de gobiernos y por más que las calles se empapen con la sangre inocente de tantas víctimas. Que lo que interesa es que miles de viviendas sean destruidas con las familias que las ocupan dentro y así ganar terrenos para los colonizadores de porte elegante y la mayor red de tentáculos de poder de todo el planeta, los que lejos de reflexionar sobre el genocidio que tan injustamente sufrieron, lo ejecutan con total desenfreno y a diestro y a siniestro.
Estos engendros obsesionados con que comulguemos con ruedas de molino, que tienen delegaciones de malvados en todo el planeta, se entretienen en proclamar la normalización de lo que no es normal de comienzo a fin ni lo será nunca. Son los que retuercen, maquillan, amputan y reconstruyen las leyes para servirse de ellas y así mantener el sueldo, la pasta gansa, y con ellos el de todos los secuaces y palmeros que se amparan en la traición colectiva, incluso ejerciendo la perversión del lenguaje para que el terrorismo ya no lo parezca, o para que los delincuentes de guante blanco escapen del imperio de la ley sin tener que esconderse ya, pues actúan al aire libre, regodeándose delante de las cámaras fotográficas y los taquígrafos. Por eso y por mucho más, cada vez resulta más evidente que siempre somos los ciudadanos algo así como pasto de vacas de los que nos gobiernan, sea aquí o en el más remoto lugar del planeta.
Contemplamos de comienzo a fin un informativo y parece que fuera el anuncio del ingreso en un psiquiátrico de personajes enloquecidos, aunque resulta que son altos cargos, políticos de gran alcurnia, a los que se les presupone cultura, dignidad y una mínima capacidad para expresarse. Y luego resulta que les dan patadas al diccionario, no respetan ni la bendita lengua castellana y, cacareando eso de miembros, miembras y miembres les da lo mismo inventarse palabras que no existen que jugar con trabalenguas de la más asquerosa demagogia para intentar engañarnos como si toda la ciudadanía estuviera en párvulos o se acabara de caer ayer mismo del guindo.
Dicen que progresamos, pero se juega al julepe con las normas éticas en los estrados, se convierten los congresos en pugilatos despiadados de la verborrea más obscena, las normas en chapuzas administrativas, pero descubrimos un día y al otro también, con espanto y más que cabreo, que a veces es materialmente imposible acceder a la información de una administración pública porque sencillamente se han buscado las mañas para que ni con el oráculo de Delfos seamos capaces de hablar con un ser humano que nos dé la solución que nos merecemos como ciudadanos.
Sin embargo, en esta rueda que gira y gira de las elecciones, que nos las venden como un derecho, lo único que sucede es que pasamos de malo a peor o de la sartén al fuego, y que siempre son los mismos perros con distintos collares, gane quien gane, pues si todas las papeletas de una tómbola están trucadas nunca te va tocar el perro piloto o la muñeca chochona que alguien esperaba, que ya era de por sí feo, y hasta horroroso, el nombre que le pusieron a este último premio de la feria.
“Todo es mentira” es el título del periódico en blanco que leemos todos los que habitamos en este mundo del desamparo, en el que nos dan gato por liebre a cada momento, en este pérfido juego demoníaco de normalizar a tiempo completo, a destajo, a punta pala, desde que amanece hasta que anochece, aunque lo que se pretende hacer pasar por normal es todo lo que beneficia a los oficiantes del teatro de las sombras chinescas, los titiriteros que mueven los hilos de los muñecos en los que creen que nos hemos convertido.
Qué lástima que no existan revoluciones pacíficas que enviaran a todos estos parásitos del descaro y la mentira a doblar el espinazo en algún ribazo, que no me gustan las que provocan sangre, pues siempre han terminado así, con reclamaciones justas convertidas en matanzas que luego dan paso a otros dictadores. Pues en esto del “quítame tú para que me ponga yo” son únicos los maestros del engaño, apartando al que se ha quemado más de la cuenta por exceso de exposición a la crítica con tal de que siempre quede uno que a su vez arrastre a los demás, con el fin de que entre todos se llenen los bolsillos con el dinero de las arcas del tesoro público, aunque sea vendiendo su alma al diablo, que la venden todos los días, con tal de tener bien saneada su economía, aunque pueblos enteros de la Tierra mendiguen para conseguir un triste chusco, cuatro perras gordas o las víctimas del martirologio diario tengan que quedarse congeladas viendo cómo un proyectil va a destruir todo su barrio, con los niños del jardín de infancia dentro, la abuela que cuidaba de sus plantas, el anciano que recogía cartones para ir malviviendo y el gato del tejado del ático, llevándose por delante el colchón donde dormir apaciblemente, el álbum de las fotos y todas las esperanzas de futuro. Pero esto les da igual a los magnates de la venta de armamento, los que tienen siempre sus manos llenas de sangre, y a los ideólogos de la destrucción de las democracias, porque todo sirve en aras de normalizar el terrorismo para irse poniendo a la altura, poco a poco, de los que hacen gala del terror desde que nacen hasta que mueren. Porque parece que haya que normalizar las matanzas indiscriminadas, la corrupción a gran escala, que siempre es más gorda entre los que más tienen, y los paraísos fiscales, por aquello de que la avaricia no tiene límites. Y por eso mismo se puede elegir a un presidente en cualquier lugar del mundo que sea el cúmulo en su podredumbre de neuronas de todos los vicios humanos y sobrehumanos, pues siempre habrá reptiles de dos piernas con afán de aclamarlo, o que alguien pueda arrasar con pueblos enteros, para más inri los de las culturas nativas, por eso del “ordeno y mando”.
Asco, puro asco, dan estos humanos que de humanidad no tienen nada, proscritos de una bondad que no existe en sus corazones, empeñados en llenarse los bolsillos con dinero a espuertas de vendimiar y hasta las monedas que recibió Judas si pudieran tenerlas, traidores de un mundo que espera la paz y no la encuentra. Ya estamos más que cansados y hartos viendo a tanta chusma que huele que apesta, aunque el traje sea de Coco Chanel, Yves Saint Laurent, Christian Dior, Giorgio Armani o Gianni Versace, porque el hábito no hace al monje y la miseria se lleva por dentro, en lo más profundo del alma, si es que todavía la tienen estos esperpentos de tanto haberla arrastrado por los suelos.