Crónicas surrealistas en busca de un mundo diferente I

José Antonio Iniesta

Cuántos ojos de cerraduras me encuentro paseando por las calles. Parecen insignificantes orificios, siempre a la espera de una llave para que una puerta se abra. Hilo con mi pensamiento la gasa informe de las nubes, porque siempre presiento a través de ellas el reino de los cielos, y me maravillo al imaginar que, a través de ese hueco diminuto, que no es un agujero negro, ni un agujero de gusano, podría llegar hasta los seres que habitan, despiertos o dormidos, esa casa que nunca dejará de ser para mí un misterio.

No se puede caminar por encima de los adoquines de una calle y tener un mínimo de conciencia sin estremecerse al pensar en el futuro de cada ser humano que vive al otro lado de esa misteriosa rendija. ¿Han despertado ya o siguen aferrados a la venda que cubre sus ojos? ¿Mantienen todavía ese hábito o vicio de creerse todo lo que dicen los medios de comunicación? ¿Y si detrás de cada medio, que nunca es entero, hubiera personas, con su propio ojo de cerradura en su puerta, que quisieran manipular la conciencia de todos y cada uno de los que acceden a las noticias? ¿Y si detrás de todos, o de casi todos, o más que de todos, de los que dirigen los grandes medios, nunca enteros, de comunicación del mundo, hubiera maestros consumados del arte del titiritero, moviendo los hilos de muñecos con vida, seres vivos con conciencia de muñeco, que a su vez son marionetas de hilos todavía más largos y sutiles, que incluso pudieran ser movidos desde los más remotos lugares de las estrellas?

Quién pudiera abrazar a los hombres y mujeres del espejismo, que apenas existen al alcance de la vista, detrás de cada ojo de una cerradura, para decirles que todos somos viajeros de la nave Tierra, que juntos hacemos un viaje interminable y tenemos un mismo destino, una aventura singular desde que el primero de nuestros antepasados homínidos recibió la mónada sagrada y se preparó para intentar descubrir por qué existimos.

Me duele cada una de las sombras que atemorizan a los habitantes secretos y desconocidos al otro lado del ojo de las variopintas cerraduras. Más pobres o más lujosas, todas y cada una de ellas sirven para abrir puertas, para adentrarse en hogares donde bulle la conciencia del Homo sapiens sapiens sin apenas darse cuenta de que forma parte del más asombroso de los experimentos, a punto de alcanzar un salto cuántico, si es que no decide, colectivamente, arrojarse al vacío.

Me duele cada uno de los temores de seres que, en el fondo, responden al gran regalo divino del libro albedrío, pero apenas saben de tejemanejes en las sombras de los arcontes ni del profundo asco que me provoca la urdimbre del Cabal, con todos y cada uno de sus secuaces, esa rama indómita de repugnantes engendros de la eterna noche que cotizan en bolsa cada día gracias al miedo que provocan a destajo, sin medida alguna, al alcance del mayor postor, sea pobre o rico el barrio donde llegue la campaña de terror con la que quieren someter, por enésima vez, a una especie, la humana, que ya hace mucho tiempo que vio caer a Lemuria y a la Atlántida, que ya descubrió más que sobradamente el misterio de la flor de la vida y elevó tantos templos con el misterio profundo de la geometría sagrada.

Me gustaría soplar por cada ojo de una cerradura, en los cuatros vientos, en la rosa de los vientos y con el viento, ik sagrado, de mi onda encantada del viento, pero apenas me quedan fuerzas cada día para jugar con las palabras a ver si hay alguien entre los bellos durmientes que despierta con ese sonoro y secreto cántico de lo que parece imposible. Ay, si al menos un ser, desde la estepa siberiana a la selva amazónica, desde las montañas rebosantes de apus de la cordillera andina a las islas de los mares insondables, entendiera una mínima parte de lo que escribo, tendría sentido la vida de un escritor que existe para avivar llamas de velas que puedan iluminar la intensa oscuridad de la noche…

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2 comentarios en “Crónicas surrealistas en busca de un mundo diferente I”

  1. Gracias amigo, cada vez que leo lo que escribes, abro un poco más los ojos y despiertas en mí el ansía de saber y conocer más los planes que Dios tiene para nosotros.

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    • Cuánto me alegro, pues precisamente provocar estas sensaciones y ayudar a reflexionar es el propósito de mi vida, sembrar y sembrar semillas de luz y propiciar el cambio de conciencia. Es tan hermoso el conocimiento, como infinito el sendero a recorrer…

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